Un Patronus en las tinieblas
Escribir es respirar
otros mundos. La escritura, como el aliento, es imposible de contener. Es la
sangre del alma de los poetas.
No todos los hombres
escriben. Si el orbe se llenara de pronto con novelistas, los bosques de todos
los continentes desaparecerían, no habría lugar para el progreso y nos
ahogaríamos en palabras. Cortázar parodia esta posibilidad en El fin del mundo del fin: una realidad
tan llena de libros que nadie los lee.
Salomón razonó que no
hay fin de hacer muchos libros (Eclesiastés 12.12) porque el estudio es fatiga
de la carne. Siglos más tarde, Saulo de Tarso advierte a los corintios que un
cuerpo no está compuesto por un solo miembro, sino por muchos; la analogía es
tan válida para los hombres de fe como para los hombres de letras. La literatura
no conoce un estado puro y se resiste a toda posibilidad de ser condensada en
una fórmula.
Los poetas escriben
desde el ritmo y la libertad; los novelistas, desde la necesidad de un orden;
los que reseñan, oficio de reputación ennoblecida en los últimos años, exhiben
como nigromantes las vísceras de los libros para adivinar las líneas del
destino. Reconocer esta heterogeneidad de géneros discursivos nos ahorra la
vana discusión de cuál es la varita mágica más poderosa del mundo. Porque la
magia no corre en la varita, sino en el mago. Es el ser transportado al
hechizo, la humanidad que se arroja al abismo de las palabras.
La literatura es multiforme
y reparte a cada quien sus dones en su justa medida. Unos escriben grandes
reseñas, otros escriben grandes novelas, algunos escriben grandes poesías. Si
todos estos ríos provienen del manantial del lenguaje, ¿por qué discriminar?
¿Por qué establecer líneas di(scriminato)visorias entre unos géneros y otros?
¿Por qué fijar un rango de superioridad o inferioridad respecto al otro?
Cada quien escribe la
forma de su propia felicidad. Sea en forma de ensayo, de cuento o de poesía. De
todas las metáforas virtuosas que han salido de la pluma de Rowling, ninguna tan
poderosa como el patronus: un artificio
único que nace del recuerdo más feliz del hombre. Una obra humana cuya luz se
ensancha en las gélidas tinieblas.
Me encantan este tipo de entradas! Ya no tengo tanto tiempo como antes para visitar a todos los blogs, pero nunca falta el tuyo porque me fascina la manera en la que escribes!
ResponderEliminarSaludos ^^
¡Aww, muchísimas gracias, Flor! Saludos para vos también. :D
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