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«Co-Universo en equinoccio» de Camila Pujadas


Editorial: Dunken
Año: 2021
Género: poesía argentina



Jamás la creatividad tiene único dueño.

Camila Pujadas

 

Camila:


Lo que empezó como una reseña rompe la crisálida de su propia forma para desembocar en una carta abierta, y acaso mi obstinación por mantener tus versos al alcance de mi mente me lleva a edulcorar lo ya escrito con aleteos mínimos, con pizcas de ingenio textual que no pude incorporar antes por el límite de caracteres establecido por la aduana de Instagram.

Cuesta, duele, de hecho, llevar la armadura del crítico literario con la pura aleación de sus metales disciplinarios, la impersonalidad de quien queriendo ser ensayista desatura los matices de lo que lee hasta decantar las cenizas recalentadas de su vanagloria intelectual.

No se trata de «iluminar» el sentido de un texto, ni de domesticar la polifonía del documento bajo el látigo de una razón instrumental. Si nuestra piel descifra el peso del sol en el calor de los fotones, leer puede consistir, a mí parecer, en ver nuestra epidermis como un laberinto a través del cual el canto del febo se abre paso hasta enervar la melanina.

No todos los libros producen los mismos efectos en todos los lectores. Coincidió tu tinta y mi pena en esta rica espiral de singularidades fortuitas llamada mundo. Estas palabras que (re)escribo están destinadas a una persona que no pudo haber existido en ningún otro espacio y en ningún otro tiempo. Incluso si pudiera clonar este texto, palabra por palabra, perdería todo el brillo del deslumbramiento que Co-Universo en equinoccio generó en mí. Esta carta-reseña, esta especie de epifanía poética que resiste cualquier clasificación tendenciosa, siempre estará atada a tu nombre, por los siglos que nos queden, hasta que la gramática de nuestra lengua castellana mute hasta lo irreconocible o hasta que la nube digital portadora de millones de babeles wikiantes se quiebre en tormenta de datos inaccesibles.

Y con todo, ¿qué es lo más tangible de una ola sino la fuerza instantánea con la que nos golpea el tórax entero? Si estas palabras liminares llegan a ser dignas de emocionarte, es porque son una ofrenda de toda la pasión que entregaste en cada verso.

Solo queda nombrar lo evidente: tu libro fue la chispa que encendió un remanente de pólvora oculto en mí, que no preví alcanzar la síntesis armoniosa entre poesía y reseña que tan vehementemente estaba buscando a través de tu obra. Si bien mis opiniones marginales sobre distintas lecturas tienen el núcleo de la honestidad imperturbable, si bien mi lengua poética se ha forjado una reputación de elocuente y barroca, advierto un eco diferencial al leer esta reseña que estoy volviendo a publicar.

¡Qué milagro el de sentir mi son entero en el redoble perfecto de estos párrafos rítmicos! Oír la cadencia de mi propia lengua dándole voz a las travesías de papel que trazaste para tus lectores. Me releo y sé, a pesar de todas las sinopsis y semblanzas que he escrito en mi condición mortal, que estas palabras, rezumantes de ambición, traspasan para mi sorpresa el filo de mis expectativas.

Sin la gracia de una manzana en descenso, Newton no habría concebido la ley de la gravitación universal. Sin el dorado fruto de tu libro, no habría existido este himno al arte escrito que tanto venero. Resguardaré en el espíritu de este escrito el eco de tus adorables resonancias.

Que la bendición de mi tinta, Camila, te acompañe siempre.

10/5/23

 

EL ÁMBAR DEL SOL EN TUS MANOS

 

Pocas veces existió un poema de este milenio que coincidiera plenamente con mi propio vacío. No me malinterpreten: hay excelencia en tiempo presente. Lo que digo es que pocos versos me han mordido con íntima fuerza hasta hundirme el yo en su tinta. Vallejo y Pessoa, por nombrarlos, han merecido mis tránsitos melancólicos en su oportunidad; por lo demás, soy afín a la prosa. Como lector, rodeado de poesía fresca, independiente, urgente, me intuyo fantasma intocable. La aprecio, analizó sus anatomías métricas, su composición letroquímica, pero mi corazón de niebla no suele dejarse magnetizar, al punto de la identificación, por estrofas de casi ninguna especie.

Será por eso que las letras de Camila Pujadas me pesan tanto como el oro en la palma de un mendigo. Claramente, no puedo simular imparcialidad en esta reseña. Ni me interesa serlo.

Su libro es tan amarillo que echa por tierra mis azules rutinarios. Sospecho que es el amarillo de las intermitencias de los semáforos que nos ven volver a casa, en las horas ambiguas donde no sabemos si abrazar la verdad que nos acelera el pulso sanguíneo o amordazarnos de silencio para mantener un orden en el que no nos sentimos cómodos. Sus poemas me recuerdan a mí (o a las partes de mí que ya no soy o que no quiero volver a ser) en el espectro de la indeterminación. Co-Universo en equinoccio, lejos de ser un libro gratuitamente vanguardista, expone un indómito intimismo a través de una estructura coherente y armónica en su heterogeneidad.

Leerte, Camila, fue recordarme que de vez en cuando puedo sentir el sol entre mis dedos y decirme que eso también es un milagro.

De esta constelación de textos, seleccioné mis favoritos: «El verbo prodigioso», «El camuflaje», «Planti-hormiga», «Luz», «Anhelo de flor», «Colibrí», «Navegando en mí», «Escarcha», «Yo».

Cada lector a(r)mará su propio cosmos con los satélites silvestres que ofrece Pujadas en los átomos plácidos de sus letras.

Esta vez omito, por obvio, el elogio a la técnica, la loa al método; la osamenta de esta obra es sólida, gradual, plural, porque hay prójimas plumas presentes, porque Camila no se piensa unidad autoritaria, sino complicidad artística.

El libro se balancea desde el rigor de las décimas y se desnuda, se desvela, se desmantela en el estrépito del verso libre y el microrrelato, se desmigaja dulcemente en meditaciones y melodicidades.

Co-Universo en equinoccio es un acto de desintegración. Nos aterra sabernos glaciares quebradizos y no soportamos derretirnos, aunque sea necesario. Nos asustan los procesos naturales imparables. Camila ha dado un salto, y su verso nace en la equidistancia entre los pies y la tierra, en el hueco que existe entre lo que somos y lo que creemos que nos sostiene. Ella supo dar voz al inmenso instante en el que todo cambia en medio de nuestra nada.

Hablar de este libro como mera novedad literaria es eclipsar la magnitud de su dimensión creativa. En una sociedad atomizada, la poesía teje vasos capilares entre cuerpos desconectados. Con esta lectura, me permití amalgamarme en el deleite del verso por el goce puro de las imágenes cotidianas que las páginas susurran. Vivimos con la presión de caminar sobre la cuerda floja de la aceptación, tememos caer en el dolor y en el rechazo. Al final del vacío hay una luz amarilla, y la voz poética de Pujadas es una gota de miel en la noche dolorosa. Su sabor en un consuelo. No una sanación, porque ni la autora ni la literatura son agentes coagulantes: es el tiempo el que irá suturando nuestras treguas.

Esta reseña (tal vez no sea tal, pero es el sustantivo que se impone) es temeraria, abstracta, pero absoluta en las impresiones que suscitó y que continuará despertando este libro. Porque un poemario, si es leído tan solo una vez por el mero deber de la primicia, se marchita; es uno quien elige volverse vulnerable ante la mariposa para dejarse tocar por ella y, en el contacto entre lo rutinario y lo autóctono (raras veces son sinónimos, más de lo que pensamos; hay que pensar qué tan propios son los actos que calzamos), surge el vértigo de lo adorable y lo inmortal. Con que mis párrafos, errabundos, perdidos, sepultados en la arenisca del algoritmo, lleguen a la autora de este prodigio, bastará para ser felices.

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